En foros y redes sociales se ha hecho común en últimas semanas encontrar más grupos y publicaciones relacionadas a la filosofía en torno al luciferismo. Contrario al pensamiento generalizado, este sincretismo viene más enfocado a la iluminación de la mente humana, al conocimiento desde lo personal hasta lo universal, y el llamado a un despertar.
A la vista general y menos popular influenciada hoy en día por los medios de entretenimiento, Lucifer ha sido un personaje utilizado desde la edad media para infringir terror en la sociedad principalmente católica, como aquel personaje que desconoció y se reveló ante el poder de dios, pero si buscamos poco más atrás en los textos antiguos y en las leyendas quizás no encontremos muchos rastros de su presencia.
La propia iglesia católica reconoce que Satanás, Lucifer, Mefistófeles, Belcebú y otros tantos nombres que se le han atribuido pertenecen a entidades diferentes, por un uso práctico de divulgación y manipulación social se permite identificarlos como uno mismo o simplemente como el diablo.
Justamente en este aspecto divisorio de personalidad sobre los diversos nombres es que entonces podemos partir a buscar su aparición en la antigüedad, y tomando por referencia ya sea los antiguos textos sumerios o los libros sagrados de la biblia en el antiguo testamento, la Torá y el Corán solamente hallaremos a Satanás, un personaje que alguno atribuyen que era un serafín, otros, simplemente un habitante ya de esta tierra y que tenía poder y reino sobre lo que se conocía antes de la llegada de Yahweh y su autoproclamación como el Dios entre los Dioses.
Será hasta el nuevo testamento que podremos encontrar a Lucifer, y en una primeras versiones solamente se le mencionara como el lucero de la mañana. Las primeras escuelas gnósticas comenzarán a reflexionar sobre su naturaleza, lo relacionarán con las tradiciones antiguas y el mito de Prometeo y bajo la tesis del #Demiurgo será entonces que se considere que incluso el propio Jesús sería Lucifer encarnado o el hijo del mismo.
Ya bajo este precepto es entonces que el movimiento luciferino comienza a tener sentido en su filosofía. Nos habla de seguir el camino espiritual, alejarnos de lo material (creación del Demiurgo), enfocarnos en el amor y respeto del prójimo y sobretodo en seguir la senda del conocimiento.
Es en estos tiempos donde el confinamiento nos ha permitido una autoreflexión, el reconsiderar nuestras acciones no solamente diarias, sino que también impactan en el prójimo y nuestro planeta. En estos tiempos es entonces que quizás podemos dar inicio a la verdadera era de Lucifer, enfrentarnos al demiurgo y sus tentaciones por lo material y desarrollar finalmente un verdadero camino hacia lo espiritual.
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