Quizás como primer referente para nuestra civilización podemos basarnos en el Libro de Timeas de Platón quien nos habla sobre el creador del mundo material imperfecto. Donde justamente nos habla de Demiurgo, hijo de Sophia y el dios de la luz, quien un día al ver la materia como una masa abandonada en el universo, decidió utilizar la perfección de las ideas y recrearlas en materia.
Para los filósofos de la antigua Grecia la sentencia era que el mundo de las ideas es perfecto mientras que al llevarlo a la materia, a nuestro mundo tangible, es entonces que la corrupción, la imperfección se manifiesta.
Sin embargo para los primeros gnósticos y a su vez para los primeros grupos cristianos, el demiurgo, aquella entidad “divina” creadora de todo, de la materia, comienza a ser “satanizada” e incluso interpretada como Yahvé.
Esta reinterpretación es debido a que nosotros como seres humanos estamos atrapados en el mundo de lo material y su dependencia alejándonos de nuestra verdadera naturaleza divina, lo espiritual o inmaterial, el mundo de las ideas.
Incluso algunos teóricos nos hacen saber que nosotros como parte de la creación del demiurgo, solamente una parte de ellos recibió una chispa divina, mientras que aquellos que son considerados como el pueblo tienen un mínima chispa y finalmente la mayoría, los hílicos no recibieron nada de divino y solamente son materia, podríamos decir, seres vivos sin alma.
Los diversos nombres que ha recibido el demiurgo a lo largo del tiempo ha sido, Yahvé, Satanás, Cronos, Saturno y también Moloch.
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