Se ha considerado que las acciones llevadas a cabo por el gobierno de México al invitar a un grupo de empresarios a comer y entregarles una carta compromiso para la adquisición de los boletos de la rifa del “avión presidencial” comenzando por la cantidad de veinte millones de pesos más que un pase de charola fue en realidad un acto de extorsión, sustentado por el discurso de inicio del evento donde se les recordó que no era forzosa la participación y que agradecian que ya estuvieran realizando sus pagos de impuestos y las importantes colaboraciones que tienen con el gobierno a través de contratos de servicios.
Justamente esto último levantó las alertas de un una invitación no forzosa a participar con el mensaje entre líneas de aquel que se niegue o puede perder los contratos o incluso puede ser sometido a algún tipo de auditoría, o sea una mera extorsión.
Para aquellos que gustan todavía de justificar acciones como estas o similares en otros lugares del mundo debemos entender que el acto de extorsión es aquel con el que se busca obtener algo por medio de violencia, amenazas o intimidación, por lo tanto en este caso el término es bien aplicado.
Sin embargo más allá del debate moral que podemos colocar en la mesa, la verdadera pregunta es si en realidad el gobierno debería de tener este tipo de comportamientos, sin importar la región o la cultura a la que nos refiramos.
La realidad ha colocado parte de la respuesta y aunque en el idílico filosófico de un buen gobierno este tipo de acciones no deberían de existir las vemos de manera constante ya sea amedrentando a empresas, otros gobiernos o incluso a los ciudadanos con temas de seguridad, concesiones, contratos, impuestos y libertades.
Ejemplos más tangibles los vemos por ejemplo en Estados Unidos con la Ley Patriota o Ley Antiterrorismo que intimidando a los ciudadanos con futuros ataques sus libertades y derechos pueden ser vulneradas bajo cualquier sospecha; amenazas de este mismo país por medio de apoyos, tratados y derivados con países vecinos y comerciantes; Otros gobiernos han amenazado a diversas empresas de tecnologías para que éstas otorguen los datos de sus usuarios y den acceso por “puertas traseras” y así podemos continuar.
En el caso mexicano que trajo la temática sobre la mesa todo hubiera sido muy distinto si la invitación fuera algún tipo de participación con donativos en especie y no un amedrentar para cumplir caprichos y además obtener dinero en efectivo.
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